Qué mundo tan
feo
Dicen los más optimistas que vivimos en el mejor de los mundos posibles, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. Es una opinión interesante que ojalá fuera una realidad. Es cierto que algunos indicadores hablan de mejoras: sistemas sanitarios, pese a los peligros que le acechan; ayudas sociales, que son menos de las que pregonan los derrotistas de la igualdad económica; nuevas tecnologías; acercamiento entre ciudades y continentes en pocas horas y algunas cosas más en el territorio de la convivencia.
Sin embargo, las guerras, continúan, hay ahora demasiadas
guerras en el mundo, aunque hoy centremos nuestras miradas, nuestros
sentimientos, nuestro clamor, en Palestina y en el pueblo saharaui, dos pueblos
que aspiran a la paz, pero la paz no es solo la ausencia de guerra, la paz es
conseguir el derecho a ser libres. La paz es el derecho a saber qué queremos
hacer con nuestras vidas, la gente que con nosotros han formado una tierra, han
formado un país. Queremos Pueblos libres para decidir su futuro al margen de
intereses económicos o ansias de poder. Palestina y el pueblo saharaui tienen
derecho a elegir su destino sin imposiciones.
Sin dudas, este es un mundo feo, al menos, en lo
ético. El dinero casi ha aniquilado los derechos humanos.
El nazismo de nuevo cuño y viejas ideas se extiende
por Europa, por el mundo, ante la indiferencia o la complicidad de una parte de
la ciudadanía envuelta en las falsas consignas del capitalismo que a través de
sus medios imponen el miedo. Y ya sabemos que uno de los pilares del fascismo
es precisamente el miedo.
¡Somos los nuevos esclavos! ¡somos desgraciados que
renuncian a la esperanza!, aunque hasta esa virtud está siendo comercializada.
Me consta, que es complicado tener esperanza en los propios seres humanos. ¿Por
qué hay tanta gente en silencio? ¿Por qué causas como las que hoy nos reúnen,
no son respaldadas por un porcentaje más alto de la población que, ante
determinados acontecimientos deportivos o festivos, se vuelca? Con las desgracias, las injusticias del
pueblo palestino o el pueblo saharaui, la gente guarda silencio. Es cierto que
no todo el mundo y es verdad que por eso estamos aquí, pero hay que hacer
extensivo este sentimiento y este compromiso nuestro.
Están en juego estos dos pueblos que los están masacrando,
también está el futuro de los demás hombres y mujeres que habitan el planeta.
El cinismo se ha elevado a categoría de pensamiento
único. Tiene la capacidad de justificar lo injustificable. Pese a todo aquí
estamos para elevar nuestras voces, para dejar claro que un sector importante
de la sociedad rechazamos los crímenes que se están cometiendo; para dejar
claro quiénes son los cómplices de este genocidio; para insistir en la
necesidad de la fuerza de la razón y no de las armas; para resolver con diálogo
lo que no pueden conseguir los misiles; para evitar la muerte de víctimas
inocentes…en fin para dejar claro que somos hombres y mujeres: seres humanos
que aspiran a vivir en la paz auténtica.
José Chamizo de la Rubia.